Una Noche Mágica en El Campín, que Nos Recordó el Poder del Rock
Anoche, el Estadio El Campín vibró con la presencia de Paul McCartney, un ícono que transformó el rock. Desde los primeros acordes de “Can’t Buy Me Love” hasta el cierre apoteósico con “Golden Slumbers” y “The End,” la noche fue una celebración nostálgica y electrizante de la música que cambió el mundo. El setlist fue un recorrido por sus eras, incluyendo joyas como “Got to Get You into My Life” y “Lady Madonna,” hasta el enérgico “Band on the Run.” Con cada tema, McCartney conectaba con la audiencia, como si cada uno estuviera frente a él, cantando “na-na-na” en un unísono inolvidable de “Hey Jude.” Bogotá se llenó de voces y latidos unidos en una experiencia que quedará grabada para siempre en la memoria colectiva. En “Blackbird,” las lágrimas no eran solo de emoción, sino también de recuerdos que llegaban con cada nota, como si Paul McCartney nos invitara a volar junto a él en su universo sonoro. Por un instante, él era el dueño de nuestros universos.
El espectáculo de “Live and Let Die” llevó la energía a otro nivel cuando los fuegos artificiales iluminaron el cielo, desatando una mezcla de adrenalina y asombro en el público. Este momento no solo fue visualmente impactante, sino que también envolvió a la multitud en una especie de euforia que solo alguien de su talla puede lograr. Cada asistente se sintió parte de algo inmenso, un tributo al rock y a su legado eterno. Gracias a la impecable organización de Ocesa, Move Concerts y Páramo Presenta, esta noche inolvidable fue posible. McCartney no solo tocó para nosotros; él nos hizo sentir que el rock, la música y el amor por la vida están más vivos que nunca. Fue un recordatorio de que la pasión y el poder del rock siguen uniendo generaciones, dándonos algo tan profundo y eterno que trasciende las palabras. Esta noche fue mucho más que un concierto: fue un tributo a la esencia del rock y un regalo que cada uno de nosotros llevará por siempre.