“El despertar de los antiguos”: Reviviendo el metal colombiano de los 90’s
Nostalgia, esa fue la palabra de la noche. Simple y llana nostalgia fue la que hizo que varios capitalinos aguantáramos el tráfico Bogotá – Chía un sábado con cielo despejado en camino a una noche despejada, voy a ver a un grupo de mis amigos, de esos con los que nos reuníamos en el centro de la Bogotá ad portas de un nuevo siglo y en la capital colombiana naciendo apenas el fructífero árbol del rock y sus diversas ramas. Si bien el rock en Bogotá existe desde finales de los 60 hay noticias y casi leyendas urbanas, silencios incómodos de años y pocas bandas que sacaran la cara como ya pasaba en el movimiento antioqueño.
En un callejón amplio de la pequeña y amable Chía, varias puertas ofrecen una variedad cultural interesante, una especie de zona… zona algo, porque al ser travesaño entre dos calles sería una H y al contrario de la insonora sensación de esta letra, el callejón si suena: hay salsa, hay hip-hop, hay “rockcito”, hay restaurantes, hay gente disfrutando en las mesas y sombrillas apostadas en sus bordes y hay una pequeña jauría de perros que cobran peaje a cada ciclista que intenta atravesar esta suerte de zona de rumba en la histórica Chía. Allí queda Plaza Encanto, un lugar que abrió su espacio al rock extremo de vieja escuela.
A la entrada estaba un viejo amigo angustiado: poca gente a esa hora estaba en el lugar; pago mi entrada y me dispongo a conocer el interior del lugar el cual tiene un halo colonial inconfundible, el lugar que se dispuso como aforo era un salón alargado cuya capacidad dudaría sería superior a las 200 personas; la tarima una suerte de maderos acomodados para darle un poco de altura a la banda en turno, el sonido estaba bien sin ser el más espectacular y las luces apenas acompañarían los artistas en su presentación. Todo era como hace veintitantos años atrás cuando los conciertos más extremos de la ciudad se llevaban a cabo en salones como el Hocar y varios salones comunales desfilaron también entre los “venues” en las que grupos de jóvenes capitalinos disfrutaban las ahora legendarias bandas en sus escenarios.
Southern Hybrids
El despertar de los Antiguos era el nombre con que nos habíamos citado allí y no podía describir mejor la sensación vivida sin haberse subido la primera banda al escenario: una reunión de viejas amistades. Para el momento en que Southern Hybrids tocó sus primeros acordes quizá habríamos unas 30 personas en el lugar, el sonido cercano al doom – death metal sorprende por su buena factura y disfrutamos de esta apertura cuyo augurio mejoraba minuto tras minuto.
Luego fue el turno para los locales: Chaquen; inconfundibles y potentes, con una batería aportante y precisa del gusto para el aforo que para ese momento se encontraba a más de la mitad de su capacidad y aumentando, en ese momento ya habían llegado las mercaderías disponibles: CD’s de Ánima en una presentación de lujo, camisetas y discos de representativas bandas nacionales fueron el aporte de Juan Carlos Moreno. Nadie fue indiferente a la excelente presentación del disco de Ánima y muchos aprovechando su presencia en el lugar llegaron con sus recuerdos de época y sus discos de colección; los músicos de las bandas se sorprendían con el cariño expresado por sus fieles fans.
Chaquen
El tercer turno fue para Ánima y ya en ese momento, el aforo estaba en su máxima capacidad, yo no pude verlos más allá que desde el marco de una puerta y fue como lo recordaba: gente agolpada, cantando las canciones, en un éxtasis musical verdadero, las cervezas se elevaban por encima de las cabezas brindando a lo lejos cada uno de los temas que desde el escenario se lanzaban a un público hambriento del buen metal ofrecido por esta agrupación capitalina cuya última visita a la ciudad de la luna se registró más de tres lustros atrás. Terminaron su presentación y el público se abalanzó sobre ellos, el show había estado a la altura de las expectativas.
Ánima
Para el cierre, fue Nosferatu quienes se apersonarían del escenario y en la voz estaría repitiendo tarima el señor Edward Barragán y con él, el señor Germán Arias quien respaldó las 6 cuerdas para algunos temas de Ánima y el bajo de Rafael Benavides. De las muchas veces que he visto a Nosferatu, esta fue una de las que más me llegó a impresionar. Fue un “temblor del cielo” lo que se atestiguó en aquel escenario dominado completamente por Edward quien encarnaba una voz abisal y una presencia monstruosa, una sombra con voz de tormenta con el galopante palpitar de una batería ejecutada por Esteban Souza; el dúo de guitarras Dixon y Germán complementaron esta memorable presentación en la fría Chía que atestiguaba cómo músicos que han trabajado por décadas hacen música con alma, corazón y vida.
Nosferatu
Muy a pesar que Ánima llevaba un poco más de una década inactivos, sonaron como si ese tiempo no hubiera pasado en realidad. Por ello reflexiono sobre el fenómeno de bandas que desde el pasado regresan a escenarios ayudados a establecer por ellos mismos con su terquedad y sonido, convirtiendo en camino las trochas de un movimiento aun en desarrollo en donde la calidad y capacidad musical es sobresaliente pero para los que vivimos esa etapa entre la crudeza, persecución social y amor por el sonido extremo nunca nos fuimos realmente; por ello era necesario ese “despertar de los antiguos”.
Ánima
Info del Evento
Plaza Encanto – Calle 12 # 9 – 62 Zona Histórica, Chía
Reseña y fotografías por: Carlos Fabian Rodríguez Navarrete – Coordinador temático Metal UN