Beat en Bogotá: Crónica de una noche épica

Beat en Bogotá: Crónica de una noche épica

Para los fans del rock progresivo en Colombia, la noche del 30 de abril fue un sueño hecho música. Después de años de vivir a punta de vinilos, bootlegs y videos de YouTube, por fin teníamos frente a frente a BEAT, esa superbanda armada con piezas sagradas de King Crimson: Adrian Belew, Tony Levin, Steve Vai y Danny Carey. Pero como toda historia épica, no podía empezar sin caos.

 

🎤 Los instrumentos no llegaban: Mientras cientos de personas ya hacían fila desde temprano en el Royal Center, la banda todavía no tenía con qué tocar. Los equipos venían desde México… y llegaron al límite: a las 8:59 p.m. un camión se parqueó frente al teatro, y en solo 20 minutos descargaron guitarras, bajos, batería y pedaleras, consolas, en fin; una gran labor del equipo de producción, logística e incluso la misma banda que llegaba como bólido por cada equipo para llevarlo al escenario. El público, mezcla de veteranos con cabello plateado, camisetas negras y jóvenes con hambre de historia, no se desesperó. Estábamos ahí porque sabíamos lo que significaba: una de las pocas veces en la historia donde Bogotá se convertía en capital mundial del progresivo. Nadie iba a perder la fe por una demora.

Beat tocando música de los 80's de King Crimson
Beat tocando música de los 80's de King Crimson

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🎸 El show arrancó con una patada en el pecho: A las 10:45 p.m., con la tarima aún caliente por la carrera de los técnicos, BEAT salió a escena con “Neurótica”, una canción difícil, frenética, casi una declaración de guerra sonora. Y sí, el sonido no estaba limpio. Las guitarras se cruzaban, el bajo se perdía, y aun así… todos estábamos felices. Ver a Belew arrancar sonidos imposibles a su guitarra y a Danny Carey aporrear su batería como si fuera un ritual pagano, fue suficiente para saber que estábamos presenciando algo único. Para la segunda canción, “Neal and Jack and Me”, el sonido ya estaba casi perfecto. Aplausos para el ingeniero de mezcla, Frank Trzaskowski, que salvó la noche desde las perillas.

 

⚙️ El caos técnico le dio alma: Esto no fue un concierto limpio, clínico, perfecto. Fue humano, vibrante, lleno de errores pequeños que hacían más grande la hazaña. No hubo prueba de sonido con los músicos, solo con los ‘roadies’. Pero estos cuatro monstruos musicales hicieron que su primera canción fuera su soundcheck… y lo bordaron. Steve Vai, genio de la guitarra, se veía feliz, bailando, alentando al público. Tony Levin, el bajista más elegante del rock, nos hizo vibrar con el “stick” y sus “funk fingers”. Y Belew, el loco, el mago, el genio, simplemente nos voló la cabeza con sus efectos, su voz, y su vibra. Y sí, faltaron tres canciones del set original: “Dig Me”, “The Sheltering Sky” y la joya llamada “Red”. Pero a nadie pareció importarle. Porque cada nota que sí sonó, lo hizo con el peso de una historia musical que hemos seguido toda la vida.

 

🤘 Bogotá, capital del rock: Y no fue la única noche de rock en la ciudad. Mientras BEAT hacía historia en el Royal Center, en otros puntos de Bogotá sonaban los 1280 Almas, Paradise Lost, y en el Coliseo MedPlus rugía el Monsters of Rock con Europe, Opeth y Judas Priest (aunque sin Scorpions, que se bajaron de la alineación). Fue una noche absurda, una noche sin metro… pero con mucho voltaje.

 

🔥 El público, el alma de la noche: Lo que también hizo especial esta noche fue la energía del público. Nada de quejas. Nada de que “se demoraron mucho”. Nadie se fue. Todos entendieron que estaban viviendo algo irrepetible. Y eso se notó. Se coreó, se bailó, se gritó el clásico “Oé Oé Oé Oéeee” como si fuera una final del Campín, pero con más distorsión y menos árbitros. Hasta Belew y Vai lo sintieron. Lo dijeron. Se fueron prometiendo volver.

 

BEAT no solo tocó. Nos dejó una marca.

Una noche sin margen para la perfección, pero llena de verdad, de conexión y de rock.

Y eso, para una ciudad que lleva años esperando estos momentos, es más que suficiente.

 

 

Por: Juan Pablo Alvarez

Ph: Julián Pinzón